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Contra el ruido nocturno



Reproduzco un artículo muy interesante publicado ayer en Diario de Noticias de Navarra, cuya autora Casilda Senosiain, dice los siguiente


Calle  San Nicolás, imposible dormir
El ruido nocturno el en Casco Viejo es un peaje obligatorio para quien quiera sobrevivir aquí. Aquí no vale el descanso reparador.  Aquí una asume que el ruido producido por  ocio alcohólico más cutre del planeta  forma parte de la existencia. El Ayuntamiento se llama andana y la vecindad lo asume como una maldición. Sepan que 1.561 personas ancianas, muchas de ellas solas y con una salud muy deficiente, que tienen entre 70 y 102 años,   soportan en el Casco Viejo el azote de la borrachera de los fines de semana. Muchos de ellos con el insomnio propio de la edad pero además martirizados por el ruido nocturno  que inunda las principales calles de la ciudad vieja. Una se pregunta si esto de la contaminación acústica, de la preocupación por el descanso, de la inquietud por los demás, de la convivencia cívica; es cosa de rancios, de aburridas, de vecinos malhumorados o de tocagüevos vetustos. Pues no. Una lo vive y lo padece. Como lo padecen muchos que asumen en silencio el ruido bestial que les impide dormir por la noche y los convierte en sufridos pacientes ante una situación que normalizan porque nadie les defiende ante semejante arbitrariedad. Sé de gente que se marcha. Y de otra que dice que esta es la manera de recuperar la vida del barrio. A golpe de bar, terraza  y cerveza.
Recientemente, vecinos y vecinas de  las zonas de Navarrería y Tejería, han expresado sus quejas por el azote de esta nueva  berrea nocturna. Sepan que también, quienes vivimos en San Nicolás y San Gregorio lo padecemos. Casi en silencio, porque hablar de esto molesta. Las calles San Nicolás-San Gregorio, paradigma de la excelencia hostelera,  ponen en marcha quince (15) bares-discoteca nocturnos que operan los viernes y sábados hasta las 4 de la madrugada. Entre las dos y las seis de la madrugada, estas calles se convierten en una denigrante berrea nocturna, en un abrevadero y en un estercolero incontrolado de gente que sale absolutamente ciega de esos nuevos bares nocturnos que cierran, se supone, a las 3 de la madrugada. Sé que la ley del tabaco lo ha agravado. Ruidos, gritos, botellazos, contenedores por los suelos, basuras, potadas, alaridos y bramidos dulcifican los sueños de la población del Casco Viejo. Y nadie hace nada, salvo soportarlo. Sé que estos bares modélicos y exquisitos durante el día, pero absolutamente tuneados durante la noche, tratan de sacar tajada extra los fines de semana, pero tienen como el resto de la ciudadanía y según consta en la Ordenanza Municipal sobre promoción de conductas cívicas, la obligación de respetar el descanso nocturno.
¿Tiene esto solución más allá de la queja? No estoy abogando por militarizar el conflicto, ni por instalar patrullas municipales en las calles a las cuatro de la madrugada. Ni por tirar de Ordenanza indiscriminadamente. Creo que hay otras formas más consensuadas para devolver el descanso al vecindario, para hacer de la noche del Casco Viejo un tiempo de disfrute sin ensañamiento contra sus habitantes. Pero esta es una tarea que requiere una nueva gestión del uso del Casco Viejo pamplonés. Porque este problema puntual forma parte de una concepción determinada y, a mi parecer deteriorada e interesada del Casco Viejo y sus usos y recursos.
Este Casco Viejo no puede ser solo un abrevadero incontrolado durante los fines de semana. O no solo eso. Si es así, es porque solo se ha potenciado esa dimensión, el ocio alcohólico más cutre,  olvidándose de otras líneas estratégicas de desarrollo del mismo; porque quizás, este Ayuntamiento se ha olvidado de la gente, de la vecindad, de los comerciantes, de los factores de convivencia, de los factores de cohesión como barrio, de las solidaridades, de las entidades que trabajan en él y para él, de las ideas por un espacio compartido de mejor calidad de vida y de las fuerzas, dinámicas y estrategias para hacer del Casco Viejo un lugar para vivir, no solo para el desarrollo de un ocio nocturno sectario, ignorante, degradado y mal gestionado. Se me olvidaba, a las 7 de la mañana, cuando he conciliado el sueño, la barredora municipal me lo limpia.

Casilda Senosiain

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