Quise entender qué había detrás del apagón. Se había demostrado que la vida nos iba en ello, esa vida que pendía de un respirador o de un viaje en busca del amor. Pero no pude. Si no era capaz de entender el recibo de la luz, cómo entender aquel galimatías que empezaba hablando de ciclos combinados y terminaba con la integración de grandes volúmenes de generación renovable. Imposible. Entonces miré para atrás, a ese tiempo en que saltaban los plomos pues entonces la luz pendía de un hilo de cobre, tan frágil que se iba con la normalidad de un vuelvo enseguida. La luz era un asunto de Estado en transición al sálvese quien pueda. Ese salto lo inauguró Felipe González, un visionario para quien la claridad resultaba tan arrolladora que en 1988 empezó la privatización de Endesa. Luego un tal Aznar remató la faena en 1998. Una vez cogido el gusto a la pasta fácil, España acabó convertida en un Monopoly: Gas Natural, Telefónica, Aldeasa, Tabacalera, Endesa, Repsol, Argentaria, Red Eléctric...
El blog de Paco Roda