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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Despertares

Traslado de los restos de Mola y Sanjurjo al monumento a los Caídos, Pamplona, 18 de julio de 1961. Foto: Rafael Bozano Hay quien dice que a Mola lo resucitó un golpe de memoria. Y unas palabras sangrantes como bayonetas caladas en el pecho de sus víctimas. Lo cierto es que en noviembre de 2016 el general despertó brazo en alto. Lo sacudió de su tumba   una vieja corneta entonando un himno fascista. Había muerto hacía   79 años pero aún permanecía en activo en el mausoleo de los Caídos, levantado en 1942 por orden de un   fascista para honrar una sola sangre. Cuando despertó se encontró con su viejo camarada de golferías sangrientas, Sanjurjo. Ambos, golpistas profesionales y carniceros por la gracia de Dios, se saludaron marcialmente   y recordaron sus muertes. Las suyas y las de sus víctimas. Y volvieron a brindar por ello. Y es que ambos creyeron estar aún en los despachos donde se firmaban día sí, día también, asesinatos en masa. Mola recordó entonces sus propias palabras:  

Panteras grises

Jesús pronto cumplirá 84 años. Pero ni su rostro, todavía terso, ni sus ralos cabellos    plateados delatan sus años. A    no ser por esa mirada perdida que a cierta edad sólo descansa en el infinito. Y es que su memoria,     torpe y    desorientada,    es ya un resto de serie de una biografía    que ha sobrevivido a los avatares de un siglo XX convulso y cruel. Jesús es un anciano. Cierto, a esa edad, salvo raras excepciones, la vida es un regalo. Porque a esa edad solo resta reconocer la honorabilidad que confiere la    resistencia vital.    Pero    Jesús es ya    invisible. Porque llegando a ciertos años no cuentas,    excepto para engrosar la lista de espera del geriátrico. Algunos días lo veo    recorrer con enérgicas dificultades, casi siempre en compañía,    la vieja ciudad. Camina despacio, con el tiempo a la espalda,    pero lo hace con firmeza,    como si tuviera una fe ciega en volver a ser lo que fue. Y cada día    pelea con su enfermedad para    encontrar en las calle

El Pozo

A cierta edad el tiempo te sopla en el cogote por barlovento. Como una gota helada cabalgando sobre un pentagrama sin sonido. Y sientes que cada instante   está   medido por un   golpe de suerte o de pura casualidad.   Y es que hay días que recelas hasta del espejo, ese que cada mañana te muestra una nueva renuncia.   Ayer mismo supiste de un caso fulminante. Casi sin tiempo para inscribirse en   el calentón anual   de deseos   del nuevo curso.   Y te inquietaste o te pusiste a llorar. Como perjurando contra un tiempo vacío. Yo más bien   diría que te entró el pánico.   Y así anduviste toda la mañana, renqueante, como queriendo encontrar   el   libro de instrucciones para ese desaguisado de tu alma inquieta.   En esas estabas, cuando por la calle te sorprendió un desfile infantil.    No tenían más de cinco años. Caminaban   alegres e inocentes alterando el gris marengo de aquella ciudad otoñal. Te cautivó la mirada de una de ellas. Y vistes en la profundidad de sus ojos el pozo de

¿Qué celebramos?

Vivimos a golpe de fiesta, de juerga perpetua: Sanfermines, fiestas de Calderería, de la Jarauta, san   Lorenzo, santo Domingo, san Fermín Txiquito, juevintxos , , semanas del pintxo , noches del   rosado y fiestas de guardar. Y porque no hay más santos a mano ni más vecindad exiliada que lo soporte. Pareciera que no hay otra forma de hacer vecindad, barrio o   ciudad que no sea a golpe de charanga permanente, de resaca constante.   Como si la muerte nos quisiera pillar de madrugada. Como si   en la farra institucionalizada por   decreto encontrásemos ese estado natural de ser buenos vecinos, consumidores, militantes de barrio y   guais   sin más objeto ni pasión que consumir u organizar fiesta tras fiesta. Como un alocado desfogue.   ¿Qué celebramos a todas horas? ¿Qué razones esgrimimos más allá de una falsa socialización festiva absolutamente despolitizada y desideologizada? ¿O es que tanta fiesta nos redime de algo?   O es que este modelo festivo, atomizado, reiterativo, alcohó

Resistir, pensar con radicalidad en medio del caos

Recientemente cayó en mis manos un libro cuyo título ya me impactó: La insurrección que viene . La autoría venía firmada por un tal Comité invisible . Pero más me sorprendió la contraportada que decía así: «El Comité invisible es una tendencia de subversión presente. Recientemente, varias personas fueron detenidas en Francia por el mero hecho de tener un ejemplar de este libro en su casa. Y lo más inaudito es que se les aplicó, en el país de los derechos del hombre y del ciudadano, la ley antiterrorista»   Esta última frase la leí dos veces. Si aquello era cierto, allí dentro había un material altamente explosivo. Y vaya   si lo había.             Yo no sé ustedes, pero les reconozco mi desconcierto y mi desfondamiento político e ideológico. Pese al entrenamiento que a diario nos   obliga la vida. Y por más que intento ordenar mis prioridades, mis ideas, y   mis deseos;   por más que   analizo, pienso y contrasto la realidad con los dispositivos de resistencia, opciones política