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Mostrando entradas de febrero 24, 2015

Trayecto en negro

Durante un trayecto en autobús, mientras la ciudad caía derrotada a los pies de una lluvia intensa y envenenada de grisura, tuve un fogonazo de melancolía. Me acordé de una amiga que  no hacía mucho había muerto. Enfrente de mi asiento viajaba un joven mayor, tendría unos cincuenta años. Bajo su gorra calada percibí el acecho inmisericorde y despiadado de la muerte. En el cristal mojado del autobús se reflejó una guadaña amenazante. Sentí un escalofrío por encima del frío reinante. A la altura del cogote me silbaron unos ángeles  que me asustaron.  El joven viejo me miró,  y pareciera disculparse por el peso que llevaba encima. Un peso muerto. La luz se iba apagando y recordé un texto de Vicente Verdú. En su libro "La Ausencia" hay un capítulo dedicado a los que han muerto. Estaba allí, enfrente de mi congoja. Y me volví a acordar de Belén: "Como no hay presencia absoluta del otro, objeto o sujeto, no hay ausencia completa, ni siquiera tras su extinción. Por muy p

Ciudad

Aquella ciudad vivía de las rentas de un pasado glorioso. En tiempos fue noble, ilustre, leal y no sé cuantas cosas más. Con  esos títulos se comió el mundo y durante algún tiempo se lo puso por montera. Además, por azares de la historia, por su atesorado provincianismo, amor propio  y buena estrella aliada con el destino en lo universal, estaba muy bien considerada en el ranking de ciudades modelo. Lo tenía todo porque en tiempos fue próspera: buena gente, cabezas ilustres, creatividad, rebeldía, naturaleza, ingenio, riqueza, trabajo, mano de obra importada y una ingente cantidad de recursos para ser bien gestionada. En fin, una privilegiada. Y de eso presumía.  De ser la primera en calidad de vida, en renta per capita, en servicios, en zonas verdes, en habitabilidad, en solidaridad, en piscinas por habitante, en bares, en volumen de reciclaje, en sociedades, en donantes de sangre y en no sé cuantos indicadores más que la convertían en la envidia de sus vecinas.  Pero todo es