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Mostrando entradas de noviembre, 2015

El comensal

Me costó leerlo apenas cuatro horas pero intensas.  Mientras,   el relato me arrastraba por  la  tensa tristeza que cada linea me provocaba. Casi hasta el llanto  iba desgranando capítulos uno tras otro. Mientras, yo también evocaba pasajes similares a los descritos. Yo no tenía muertos al lado, pero sentía sus muertes como latigazos profundos sobre una  epidermis a flor de piel. Yo no tenía muertos por los que escribir ni duelos por los que hacer las paces con mi memoria, pero sí una madre, cuyos cuidados coincidían milimétricamente con los de esa madre que Gabriela Ybarra pierde. Entonces quise saberlo todo de ella. Me daba apuro ser poco original. Pero me fui directo a Google, para ver qué aspecto tenía, dónde estaba, su email o lo que fuera. Y me agradó y consoló su sutil y delicada mirada. Y quise saber más de ella para decirle abiertamente que su novela me recuerda a esa frase de Cioran que dice que el devenir es una agonía sin desenlace. Y ella resolvía  el suyo con una

¿Qué fue de la clase obrera?

Lean a este joven que nació después de que Margaret Tahtcher (1925-2013) quisiera eliminar de la historia a una clase social que fue y es aún arte y parte del devenir del mundo moderno. Este joven investigador británico no  vivió de lleno la brutal lucha de clases en su país de origen. Que no la viviera, no significa que no la supiera diseccionar a la perfección. Y que no la viviera, no significa que ahora no exista. Está presente, con una fuerza inusitada y bastarda, pero invisibilizada y demonizada como resto apestoso de la historia edulcorada a la que nos aboca el neoliberalismo.  Entre nosotros, en este reino de España empobrecido, también la lucha de clases como concepto analítico ha desaparecido. Y también como concepto social y vital. Eso no significa que, insisto, no exista. Aquí el recorrido de la lucha de clases concebida como sujeto histórico, tiene menos recorrido que en Inglaterra, pero hoy la gran lucha de clases está presente en esa gran eclosión del  precariado, esa

Abel encuentra a Caín

El navarro Abel Azkona  puede ser un mal artista, depende de quien lo juzgue. Y esta exposición, que se lleva a cabo en Pamplona,  una provocación. Quizás. En eso se ha convertido este arte postmoderno cargado de vacío y avalado por el capitalismo estético. Lo cierto es que con ella, han saltado los plomos de una ciudad de provincias y una clase política a la altura del Arga y poco más. Lo que evidencia el conflicto es que la ética privada pesa mucho. Más de lo que parece. Y quienes protestan por esta blasfemia tienen razón. Son libres de sentirlo así. Pero su razón es privada y su ámbito de expresión no debiera traspasar ese umbral. Asirón, nuestro alcalde comete un error. Él está para gestionar el espacio público y todo lo que acontece en sus fronteras. No el privado. Esto pertenece a la ética privada que nunca puede exigir que desde lo publico se protejan ni religiones, ni fes, ni dogmas, ni creencias privadas. Ni en su favor ni en su contra. Asirón es el alcalde de toda la ciu

Un puñal en la carne

Todo se ha dicho. Como si la palabra se hubiera vaciado dejando al aire sus cicatrices. Como si cada letra de lo que ocurre se disolviese en sosa cáustica. Usted convive con la nada. Con un día a día licuado en el fondo de un abismo insensato. Y no pasa nada. Solo el rumor cancerígeno de la representación. Sé y siento que pasan cosas. Pero sé que nada nuevo está a punto de ocurrir. Que nada sobrepasa ya ese umbral de la conmoción primaria del dolor o el rastro amargo de la sangre. Tras los atentados de París, miles de gestos públicos y privados rasgaron los cielos al compás de La Marsellesa. Pidiendo clemencia por nuestras contradicciones. Pero el eco solo nos devolvió la madurez de nuestro cinismo. Y pronto se volatizaron en el ocioso vacío del tiempo. El mundo se ha festivalizado; eso es lo que pasa. Y la conciencia ha dejado de ser dolorosa como un puñal en la carne. Como si tras ese festejo de sangre, allí, aquí o en Damasco no quedase ya rastro alguno del honor y la ver

Plaza del Castillo

Poco a poco la ciudad iba   convirtiéndose en un gran queso de gruyere. Desde el cielo podía contemplarse una especie de territorio  lunar sobre el que operaban todo tipo de profesionales de la deconstrucción. Abierta en canal por unas taladradoras  de dientes plateados,  la ciudad que, en tiempos había sido un destacado mercado, hoy era  un gigantesco socavón  que dejaba al descubierto los desechos del pasado. Por  debajo de la línea de flotación, que esta ciudad mostraba  sólo una semana  al año, empezaron a emerger las estrías del tiempo. Los surcos que la historia había marcado a sangre y fuego. Todas las ciudades que aquella capital de provincias  habían sido, volvieron a brotar por obra y desgracia de aquellos gigantescos bisturíes que la sajaban. Allí aparecieron viejos  palacios, pergaminos llenos  de  historias, estatuas de mármol y monedas de oro. Hasta los sueños enterrados de sus antiguos pobladores se desperezaron. A esa situación se había llega

La muerte anunciada

     ¿ Qué extraño veneno se agita en el cerebro del   asesino de su propia mujer ? No lo sé. Tal vez el mismo que dinamita las neuronas de cualquiera que decida acabar con ese prójimo que le inoportuna.   Pero hace falta ser muy cabrón para acabar con alguien a cuchilladas   y, además, por la espalda.   Y si la víctima es una mujer violada, torturada, apaleada   y desposeída de su honra durante trece años de cruel relación, entonces las tripas se retuercen buscando venganza. Pero   lo sé, esa no es la solución aunque el cuerpo te lo pida. Todo esto viene a cuento porque el   pasado martes, aquí mismo,   un tipo vulgar de alma ennegrecida, acabó con una mujer que había decidido abandonar el infierno en que se había convertido su lecho   conyugal. Él no lo soportó y se encargó de decirle al mundo quien tiene la última palabra. Este matón envalentonado ya lo había anunciado. Así que todo el mundo sabía o intuía lo que podía pasar. Hay miles de casos similares. Y nadie lo evitó de

Empresas Traficantes de Trabajadores

                                                  Son un sector en alza que genera proporcionalmente   tantas ganancias como la venta de armas o el narcotráfico. Tienen un crecimiento económico anual cercano al 50%.   Son arte y parte de la economía sumergida y protegida por los grandes sindicatos y corporaciones empresariales. Gozan de impunidad absoluta en el mercado laboral para traficar, sancionar y despedir a discreción a trabajadores y trabajadoras a tiempo parcial. Tienen patente de corso para explotar y humillar con sueldos de miseria a la gente más precarizada que busca empleo a cualquier precio. No tienen escrúpulos en venderse al mejor postor con tal de obtener ganancias por la explotación ajena. Se calcula que roban un tercio del sueldo que pagan a sus contratados. Para ellas la esclavitud no fue abolida en 1880. Han generado una red inmensa de negocios que basa sus ganancias en el nuevo vasallaje laboral a que someten a miles de personas sin empleo. Una ley – la Refor

Sueldo para todos

Sé que esta idea no es del gusto de todos. Sé incluso, que algunos   la consideraran éticamente incorrecta. Mas aun, habrá gente que la considere un despropósito. Pero como dice un tipo de esos que se dedican a pensar, Jon Elster: “por lo general, el progreso se alcanza por intentar poner en practica aquello que, inicialmente, parecía una idea descabellada” pues bien, esta idea puede ser descabellada, pero no inviable. Y yo apuesto por ella. Porque creo que es un órdago   para cambiar este modelo de sociedad basado en la meritocracia en vez de la igualdad. Y no estoy por el comunismo casposo de viejo cuño. Esta idea no es nueva. Lleva algunos años cociéndose en los pucheros de cierta izquierda europea muy poco ortodoxa. Pero aquí   todavía la izquierda, si es que existe de verdad, no se ha enterado o mira para otro lado. Se trata de una propuesta sencilla pero atrevida. La Renta Básica, que no tiene nada que ver con esa mísera aportación llena de inconvenientes que se proporc