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Mostrando entradas de abril, 2015

Obreros

Hace tiempo, el primero de mayo   ejercía sobre mí un efecto catecumenal y, hasta cierto punto, fortalecedor de mi conciencia de clase. Viví muchos primeros de mayo como pequeños recordatorios anuales que   me confirmaban mi lugar en el mundo,   el que ocupaban   los obreros   de mi generación sin más armas ni argumentos vitales que su fuerza de trabajo. Más aún, una especie de comunión mística se establecía entre toda la clase obrera. Porque ese día se confirmaba que todavía era posible encontrar un lugar donde todos nos midiéramos por el mismo rasero. Yo he cambiado. Y también la sociedad que me rodea, el mercado   en el que vendo mi fuerza de trabajo y las relaciones laborales y sociales que nos sitúan a un lado o a otro, no de la barricada, sino del reparto de oportunidades de ser alguien en el mundo. Porque,   pese a ciertas corrientes filosóficas posmodernas, el trabajo sigue siendo lo que a uno o   a una lo identifica, le da sentido, lo convierte en ciudadano de primera

Campaña

Hay personajes que se consideran intachables. Que van por la vida perdonándosela a los demás. Que viven instalados en la verdad infinita, entre la justicia inescrutable de las divinidades a las que rinden pleitesía. Sólo les falta estar sentados a la derecha de padre para perpetuarse, por los siglos de los siglos, en la eternidad de los justos de palabra, obra y omisión. Hay gente que nunca se ha cuestionado su verdad porque ellos son la verdad. Personajes camaleónicos a los que su   biografía no les ha impedido adaptarse a unos tiempos globales, banales, ingrávidos, virtuales, amnésicos   y apáticos. Gente que, de flojear esta democracia informal, no dudarían en cantar el cara el sol con la camisa vieja. Ellos se mueven a la perfección por un presente sin memoria. Un tiempo a su servicio que les protege de la adversidad política porque, mientras ganen las elecciones les da igual lo que pase. Porque tienen la legitimidad para hacer de su capa un sayo. El Sr.

¿Todavía hay razones para el Primero de Mayo?

Hablar del Primero de Mayo aquí y en 2007, en la Navarra sobresatisfecha, sobredimensionada, sobrada de índices de calidad, excelencia, eficacia, eficiencia y demás ítems valorativos de nuestra calidad de vida, es un atentado. Ganas de joder la manta. De hacerse el gracioso.   Demagogia de saldo o jipitrasnochismo biodegradable.   De no saber de qué va, de verdad, la realidad social, política y laboral de esta Comunidad. Una tierra   llamada a ser la California del Norte. Claro, hablar de esta efemérides rancia, casi ahistórica, de este evento marxista, comunista, obrerista, internacionalista o izquierdista es una vaga y delirante superchería de mal gusto que en esta Navarra feliz no tiene sentido. Hablar del Primero de Mayo suena políticamente incorrecto a estas alturas de la historia en la que quedan pocos obreros, aunque haya, eso sí, muchas más obreras y que, por cierto, ganen menos que ellos. Vale. Pero si   no podemos hablar, ni recordar   ese Primero de Mayo marcado a sang

Con nocturnidad y alevosía

V ivo con el ruido trepanándome la sesera cada fin de semana. Y sí, vivo en este Casco Viejo pamplonés convertido en un enjambre de bares gastronómicos, neotabernas de diseño y locales de juevintxo al por mayor. Pareciera que la ciudad se haya vuelto loca. Como si quisiera redimir su crisis a base de lingotazo va, lingotazo viene. Se impone el bar. Como si la ciudad se hubiera abonado a la barra libre de una hostelería tabernaria sin compasión. Cosas de la economía con diarrea y doble tracción. Y es que el oligopolio hostelero está convirtiendo este viejo barrio en un enorme botellón de diseño auspiciado por un ocio nocturno con ganas de quitarse de encima la mierda del día a día. No me malinterpreten. No estoy contra los bares. Estoy contra esa actividad hostelera que genera un grave impacto acústico y medioambiental. Aquí vivimos casi doce mil personas. La noche no se hizo para asaltarla y destrozarla, tampoco para convertirla en una berrea salvaje sin compasión vecinal.

Mexicanización española

Rajoy fue detenido en la madrugada del 1 de mayo de 2015. La Policía entró en su casa y se lo llevó esposado mientras sonreía con el rictus de un degollado. La acusación era implacable: desfalco, prevaricación y estafa a gran escala. Horas antes, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, ingresaba en prisión con cara de no haber roto un plato, acusada de tráfico de influencias. Montoro llevaba dos días en la cárcel de Topas tras la huida de Rato, cuya presencia se había detectado en las Islas Caimán. Tres ministros más, acusados de malversación, estaban citados por el juez Ruz para el 3 de mayo. Mientras tanto, en la sede del PP de Génova reinaba un gran ambiente. Más de cien cargos electos celebraban una convención sobre la regeneración de la política. Con la canción  Calle sin luz , de M-Clan a todo volumen, todos degustaban canapés y cava catalán a raudales. En medio de la euforia, la ministra Pastor, arengó a los suyos y dijo: “A menudo es necesario llegar al máximo de agotam

Abril

Podría ser un mes cualquiera. Pero no lo es. Abril deriva del latín “aprilis” que viene de “aprire” (abrir). Y es que en esta época en Roma ya es primavera. Aquí no tanto. Habrá que esperar hasta primeros de junio para saborear de verdad el encanto de los primeros soles. Para que la sublime vegetación rompa en mil pedazos la monotonía de los inviernos de esta Pamplona gris marengo que nos acompaña durante más de medio año. Es un mes malencarado con la tierra. La huerta de Pamplona está casi vacía a la espera de la gran explosión de mayo y junio. Llueve sí, pero el olor de los campos mojados ya crecidos, anima el alma dormida de esta provincia a la que solo parece importarle el mes de julio. Abril está en la frontera, en ese territorio del cambio. Más allá de esta fecha, el horizonte se despeja para encarar de verdad el tiempo preciado, el sol, la luz nítida de las mañanas y el canto de las chicharras. Abril se presenta, en ocasiones, salpicado de rojo en el calendario. A vece

La ultima costa

                                              Cuesta trabajo abrirse paso entre tanta histeria y desesperación. Un viento incesante nos ha dejado a la intemperie y,   ya nada ni nadie es   garantía de salvación. Todas las antorchas   que alumbraron los   deseos de cambiar el mundo se han ido apagando. El mundo mismo enmudece ante su propia adversidad. Y sin embargo, de todo ello queda un poso. Entre los restos de la tragedia aún se pueden ver náufragos anónimos   en busca de una costa segura donde poder encontrar un lugar para el saludo, la hospitalidad, la charla amiga, el acogimiento, la protección, la concordia, el entusiasmo, la dulzura, la confianza, la amistad, el regalo, la fiesta, la amenidad,   lo generoso, lo fácil, lo sencillo, la celebración, la indulgencia, el aplauso, la risa, el acompañamiento, la dicha, el placer, el convite, el descanso, el consuelo, la ayuda, la reflexión, el amparo, el altruismo, la pasión, la afabilidad, la caricia, la lucidez, la humildad, l